Cuando, sin más, te paras y miras a tu alrededor, sólo en ese momento, te das cuenta de que pase lo pase, y de la manera que pase, el mundo no se detiene ni el planeta deja de girar.Nadie se para a pensar tan solo un segundo en el que tiene al lado.
Es cuando te detienes a observar la sociedad en la que estamos inmersos, cuando asumes que los que aman y son amados, no reparan en tu alegría, en tu tristeza ni en tu posible o a veces evidente necesidad de ser escuchada. Porque quizás no tienen tiempo a pensar en ese tipo de "vanalidades", o porque no pueden permitirse el perder ni un segundo de sus apretadas agendas para detenerse y mirar ellos tambien a su arededor. Y es que es más bonito pensar que todo tiene fácil solución, lo mejor es dar una palmadita en la espalda al que tenemos al lado y aliviar eso que llaman conciencia.
Y es entonces, cuando tímidamente,empieza: se libra una batalla en tu cabeza. Es entonces cuando te cuesta entender qué es lo que pasa a tu alrededor. Piensas, ¿por qué? ¿por qué tiene el ser humano que ser como es? Te preguntas tantas y tantas veces lo mismo sin llegar a encontrar respuesta...
Pero de repente, sin más, con el paso de esas horas interminables de intenso debate interno, con el paso de los días y de los años extrañamente intrigantes, la respuesta, la única respuesta que encuentras cae sobre ti como un jarro de agua fría. Y resulta ser simple y compleja a la vez: una paradoja.
Y resultó que mientras debatías contigo misma y con el mundo, mientras tu cabeza no paraba de pensar en los por qués.. el problema estaba en tí. Todavía faltaba crecer, y sí, todavía me falta crecer. Crecer para convertirme en otra de as miles de personas que cada día siguen su rutina habitual y caminan por las calles y avenidas,por lo campos, por los pueblos, por las grandes ciudades y por la montaña, carentes de solidaridad, de amor, de respeto. Carentes, al fin y al cabo, de humanidad.
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